Hoy es Navidad. Lo cuál significa que tengo tiempo de escribir, pero también que es técnicamente tiempo de paz y amor. A veces parece que en Navidad tanto los polvorones como la realidad han sido espolvoreados con azúcar glace. Aparte de mi opinión personal sobre la a veces forzada felicidad de la Navidad, si hay algo que he aprendido en mis 9 meses como parte del primer Student Council de UWC Dilijan es que no siempre hay que estar satisfecho. No siempre salen las cosas lo mejor posible. No siempre hay que presuponer que la intención es lo que cuenta ni mucho menos que todas las intenciones son buenas. La importancia de saber reconocer las frustraciones es incluso más importante que la de saber reconocer los logros, porque mientras que los logros son una meta las frustraciones son un obstáculo. Una vez alcanzados los logros no es necesario buscar motivación, una vez reconocidas las frustraciones hay que saber seguir adelante.
Hay que saber seguir adelante. Hay que saber intentar ver el lado bueno de las frustraciones. Hay que hacer algo. Pero, no siempre tienes que ser tú. Frustraciones a nivel de un colegio, es difícil adueñarse de ellas. Porque aunque adueñarse de logros sea fácil, eso conlleva hacer responsable a uno mismo de las derrotas. Y a veces hay que abandonar la primera línea de batalla y volver a las filas. La oposición puede tener tanto poder y valor como el Ejecutivo.
No puedo decir que mi experiencia en el Student Council no haya sido enriquecedora, positiva, un reto, pero lo ha sido a nivel personal. Y uno no es parte de estos cuerpos para ganar experiencia personal. A veces pienso que si no hubiera sido parte del Student Council mi visión sobre el colegio sería mucho más idealista aún, mi visión sobre las prioridades, el poder, las decisiones tomadas y la humanidad de ellas. Es verdad que se llega a poner en duda lo de que «todos queremos que este colegio vaya lo mejor posible». Puede que sea verdad, en cualquier caso tenemos ideas muy diferentes sobre lo que lo mejor posible significa. También, aquél pensamiento que se trata de evitar, como todo lo negativo en Navidad, de que los UWCs a fin de cuentas son instituciones privadas, y a pesar de los ideales presentes el dinero y los intereses pueden llegar a primar. No culpo a la institución en sí, es inevitable en el mundo en que vivimos, hay que encontrar el equilibrio entre sostenible y moral.
Otra lección aprendida, el poder de las críticas. En una comunidad tan pequeña de gente, recibir críticas puede entenderse como un ataque personal, como una falta de consideración. Pero sin críticas no hay progreso. Una vez que se supera la fase inicial de rechazo a los comentarios negativos, se ve el valor detrás de ellos, y también el valor de decirlos como críticas y no sugerencias. Aún así, hay que encontrar el equilibrio también entre la consideración que se debe tener hacia el criticado y la presión que hay que poner para que las críticas se tengan en cuenta.
Tener poder es difícil eso está claro. Pero es aún peor cuando tienes responsabilidades y poder de influencia pero no poder de gestión. No es compatible el deber de actuar con la falta de capacidad de acción.
Mi experiencia como parte del Student Council no ha sido ni positiva ni negativa. Ha sido necesaria. No podría desear que hubiera sido de otro modo porque el tiempo pasado como miembro sólo se desarrolla una vez. Mi experiencia ha sido interesante. No volvería a empezar otra vez, ha llegado la hora de pasar el testigo a las nuevas generaciones. Y supongo que eso es buena señal.
Y, independientemente de mi experiencia como parte del Student Council, desde mi felicidad real de pasar la Navidad en casa, uno de mis primeros pensamientos va para mis 200 personas, muchas de las cuales ni celebran la Navidad, las 200 personas que tan rutinarias se vuelven y tanto se echan de menos cuando no están.